2011/03/29

¿PUEDE IDENTIFICARSE LA ARQUITECTURA INDUSTRIALIZADA CON EL DISEÑO INDUSTRIAL?


Se ha discutido largamente la posibilidad de incluir el vasto sector de la arquitectura industrializada dentro de los límites del diseño, y algunos autores (Argan) han propuesto también ampliar el concepto de diseño de manera que abarque no sólo la creación de objetos en serie, sino en general todo elemento planificado serialmente, ampliando por lo tanto su ámbito a gran parte de la arquitectura y de la urbanística.
No estimo conveniente tal ampliación del área semántica del diseño, aunque sólo sea por los ulteriores equívocos que origina¬ría; por consiguiente, en mi estudio me limitaré siempre a examinar nada más aquellas obras que pueden incluirse con propiedad dentro de los límites del diseño industrial. Vendrá bien advertir, con todo, que en realidad existen muchas y relevantes analogías entre el tipo de proyectación del objeto industrial y el de algunos elementos de la arquitectura moderna (curtain-walls, nudos y juntas, cerramientos y otros elementos prefabricados, etc.), y asimismo de ciertos grandes planteamientos industriales donde aparecen elementos formales que se hallan a este respecto a caballo entre el diseño y la arquitectura y que, a decir verdad, se pueden incluir sin más en nuestro sector (valga decir, por ejemplo, turbinas, altos hornos, silos, tanques, serpentines, destiladores, torres para cables de alta tensión, etcétera).
Estos elementos —y no se me impute como sofisma el que quiera precisar tanto— son efectivamente obras que forman parte del diseño, pero que una vez englobadas dentro de un organismo arquitectónico vienen a constituir por sí mismas verdaderas y propias «arquitecturas». Nadie podrá negar que la vista de una serie de inmensos depósitos alternando con las bien conocidas formas de los serpentines de destilación de una gran refinería moderna constituyen un espectáculo «arquitectónico», aunque cada uno de sus elementos por separado pueda considerarse como obra de «diseño».
Lo mismo cabe decir de las estructuras de fachadas continuas (curtain-walls) montadas sobre un moderno rascacielos y que si bien como elementos individuales responden de lleno al tipo de proyectación y de ejecución del objeto industrial, son no obstante, una vez «montadas sobre el edificio», parte integrante de él. Podremos mantener, pues, en definitiva, una neta distinción entre ambos sectores, considerando que el hecho arquitectónico depende no sólo de la proyectación de cada elemento constitutivo, sino también de la intervención de otros elementos, como el topográfico, el planimétrico y el ambiental, que se salen totalmente del campo del diseño.
Y cabe indicar también que, aunque sigamos considerándolos «arquitecturas», es fácil prever para un futuro próximo un desarrollo cada vez mayor de tales elementos prefabricados, no sólo de los parciales (como manijas, apliques y cerramientos), sino de los totales, de lo cual son ya ejemplos explícitos las famosas cúpulas geodésicas y las «dymaxion houses» de Buckminster-Fuller,4 los numerosos elementos modulares de Konrad Wachsmann,5 y algunas interesantes construcciones unifamiliares en materiales plásticos como la House of the Future de la Marzant Chemical Co., la habitación de resina de J. Schein en Francia, y algunas casas proyectadas entre otros por J. Johansen en Estados Unidos.
Más que por nada por una razón metodológica, he preferido con¬servar la distinción entre la arquitectura y el diseño industrial; sin embargo, no puedo dejar de advertir aquí cómo muchos de los problemas que he examinado a propósito del diseño valen también para la arquitectura o son muy afines a los de ésta. Téngase presente que hoy nos encontramos en una situación en la que predomina todavía el quehacer arquitectónico de tipo artesanal, situación que desde el punto de vista económico adolece de todos los inconvenientes que hemos lamentado a propósito del objeto de artesanía. Por lo tanto, es cuando menos probable que en un próximo futuro se llegue no sólo a concebir, sino a realizar una arquitectura (sobre todo doméstica y residencial, pero también pública) que esté completamente industrializada, prefabricada y estandarizada, lo cual hará que bajen enormemente los costes y llevará en este arte a una concepción muy distinta de la del criterio de «originalidad». Por cálculos reciente¬mente efectuados en Estados Unidos, se sabe, por ejemplo, que si un automóvil se hiciera en nuestros días por los mismos procedimientos y sistemas artesanales con que se hacen nuestras casas vendría a costar unas cincuenta veces más que lo que actualmente cuesta. A pesar de ello —y aun precisamente por ello—, dentro de la completa estandarización de la producción automovilística, podemos compro¬bar que se da hoy mayor variedad de «tipos», y por consiguiente una mayor originalidad creadora, en el caso de las máquinas automóviles, respecto a cuanto ocurre en el caso de las viviendas «normales» (por no referirnos, claro está, a algunas, poquísimas, construcciones de alto nivel artístico y económico destinadas a un exiguo número de clientes).
4 Véase: ROBERT W. MARKS, The Dymaxion World of Buckminster Fuller, Reinhold, Nueva York, 1960.
5 KONRAD WACHSMANN, Una svolta nelle contruzioni, II Saggatiore, Milán, 1959.

Gillo DORFLES en: El diseño industrial y su estética, Ed. Labor, Barcelona, 1965

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